Encontremonos en el umbral del templo
donde la luz vacila
y no cortan los filos de las cosas,
Anuncia tu llegada sin llamarme:
con el batir de alas de una mariposa
o la caída de un pétalo de rosa.
Será esa la aurora de los símbolos,
nos miraremos
sin saber con qué nombres hablarnos.
Me mostrarás tus manos
yo prolongaré sus líneas a una caligrafía invisible.
El silencio en que entremos
cantará nuestra dicha:
tu risa encenderá las veladoras.
De esos misterios no se sabrá más nada
la aldea rodeará el templo, curiosa,
con niños y papalotes.
Se escucharán cantos, gritos, conjuros,
oraciones en lenguas olvidadeas.
Será tarde en la noche,
las estrellas marchándose,
cuando emerjamos bañados de rocío
como en manto de joyas exquisitas.
Quizás
nos marcharemos
por el viejo camino de las cumbres
y obsequiarás la aurora
a los pocos que miren todavía.
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Todavía estoy viva,
ReplyDeleteaunque los días en el desierto son minutos
aveces las noches simples parpadeos,
tengo la piel seca y conozco la sed
una llama de fe sin ningún nombre
vive todavía en el hueco que un día dejará mi corazón
cuando me muera
y le encuentre sentido a este viaje de locos que dibuja tras de mí una ruta
de vívidos deseos
un día se abandonan los desiertos
también
el jardín que dejamos antes de buscarnos a ciegas
en sofocantes soles y lunas y marchitas estrellas
todavía vive en alguna parte de las sombras.
Hace dos noches te soñé,
No quisiera buscarte más allá de los límites de la memoria
intuyo que tus ojos tienen aún la negrura de esa alegre sombra
que a pesar del sol se asoma
y riega con sus mieles el recuerdo
de ése fresco, intangible paraíso.