6.09.2009

Me han ofrecido el paraiso,
tras una larga espera a las puertas de palacio,
El Gran Vizir me ha llamado a su lado y me ha ofrecido el reino.
Dos lunas espere, de pie,
en la Puerta, eramos doce, al comienzo.
uno a uno fueron llamados, uno a uno nunca volvieron.
Entendimos entonces, sin decirlo,
que era la fila de los condenados a muerte.
Temblando, de miedo o de frio,
confesamos nuestras culpas
alrededor de fuegos improvisados:
actos impuros, viles,
los mas bajos pecados.
Pero nadie conocia las leyes del reino,
durante el dia,
con la misma verguenza,
confesabamos virtudes, heroismos, afectos,
ofrendas y peregrinajes.
El Visir espera mi respuesta.
He pensado en el palacio:
los muros impenetrables, los aposentos tapizados de oro,
la sala del trono con mil columnas de marmol blanco,
el trono mismo de piedras preciosas,
el harem y sus incontables concubinas dispuestas a adorarme,
los Sabios del Palacio de los Cielos, que me darian consejo,
la biblioteca con todos los libros jamas escritos
y los incansables copistas, poetas, miniaturistas,
astrologos, alquimistas, ...escribiendo lo que no se ha leido.
Pero cuando me he inclinado para aceptar
la espada del Sultan del Universo,
he pensado en el Desierto, el silencio que habla mil lenguas
de Damasco a Delhi,
la arena y sus rocas mas bellas que jardines,
las estrellas,
las noches al calor de la hoguera, los companieros,,
hoscos al trato pero hermanos en el camino y la batalla,
las mujeres de pocas palabras y sonrisa simple
abriendose como rosas detras de las dunas,
La Muerte, hermana de los hombres como sombra
siempre cerca en dias interminables
sin agua
bajo el sol ardiente.
Y el Oasis, la roca milagrosa cantando con su agua,
los peces de colores, palmas con cien clases de datiles,
suaves al gusto, la Muerte que cansada se echa a la sombra
y nos deja cantar con el laud que tanie
un viejo de mirada azul.

mi silencio ha hablado, el Vizir ha ordenado a los guardias
que me despojen de mi turbante, me han hecho salir por otra puerta
la que da al desierto, con un camello ciego y una sola garrafa de agua
al Mediodia.
Es la condena de los que osan negar el Paraiso.

Tras las primeras dunas mis once companieros me aguardan,
impasibles, cuando llego me miran y se echan a andar,
la caravana una fila como un escalofrio en la espalda del desierto;
la Muerte cansada y sonriente se pone de pie y nos sigue, fiel.

A lo lejos, si cerramos los ojos,
escuchamos las cuerdas del laud,
las risas de las mujeres,
el vino que espera
y el agua que canta en su roca.

Sabe que escribi estas lineas, en este viejo papiro,
antes mucho antes de saber de tus pajaros.
Tu tambien caminas, hermosa dama, y sabe
que el desierto es uno del Maghreb bereber
a las rosas de Damasco al palacio de arena de Rajasthan
a las montanias Uzbekas a Esfahan, mitad del mundo,
a la China y sus camellos que lloran.
Sabe que la arena que te arropa en las noches
me arropo en otras noches
y lleva mis caricias guardadas en sus granos.
Quien sabe? quizas un genio pierda a tu caravana
y tus pasos se encuentren con mi camello ciego.

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