No encontrarías, viajero,
en todos los jardines
de Estambul a Delhi,
una rosa de similar aroma a éste
que ella
ahora, desnuda
te recuerda:
el aroma del amor no es de este mundo.
¿No debería entonces parar tu caminar?
Y más tangible ahora,
que ese esquivo perfume de su cuerpo floreando,
es el punzón constante
muy adentro
de la desdicha que trae esta distancia.
Así es el corazón, sin embargo, del nómada
y no anhelo la mezquita azul del Sultán Ahmed frente al Bósforo
ni los muros rojos de Dehli y sus siete ciudades,
anhelo los caminos que corren entre ellas,
y espero extrañamente que sus labios me reciban
a uno y otro extremo de mi largo camino.