12.06.2009

Se parece mi deseo al de las flores
que desde el suelo de la selva virgen
buscan el sol desde su verde sombra.
Tu cuerpo, centella de miel,
sigue tatuado en mi piel
como la huella de un caballo que trota
relámpago en la playa.
En noches como la nuestra
nacen las galaxias,
y los corazones se rebelan contra el tiempo.
Tus manos, estoy seguro,
son herederas de las que
perdidas en el mar de la memoria
descubrieron el secreto del fuego.

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